El Corvette de 1953 calmó la sed de los consumidores tras la guerra de Corea por el deportivo americano definitivo. Con la intención de pasar por encima del diseño europeo contemporáneo, liderado por los MG y Jaguar, el jefe de diseño de Chevrolet Harley Earl encontró inspiración en los botes de fibra de vidrio que poblaban los Grandes Lagos. El equipo de diseño del Corvette empleó este material para crear líneas nunca antes vistas en un automóvil. El resultado partía cuellos: cuerpo pintado en blanco perlado, interior en rojo fuego, pilotos en forma de cohete o salpicadero inspirado en los jets. A finales de los 50 el Corvette ya superaba los 240 km/h, convirtiéndolo en el deportivo americano de referencia. La imagen deportiva del Corvette fue mejorada con el famoso StingRay y con sus posteriores generaciones, un mito que todavía perdura como el deportivo más reconocible de los Estados Unidos