En 1957 en T-Bird destacó sobre sus competidores, con un aspecto innovador, intrépido, deportivo y glamuroso. Inspirado en el Jaguar XK120, Frank Hershey atacó justo en el corazón del Corvette con un deportivo a mitad de precio, con mejores prestaciones, una carrocería deportiva de acero, asientos eléctricos y un V8 de mayor tamaño. Su efecto halo inicial arrastró al resto de la gama Ford, que gozó de buenas ventas, y el Thunderbird disfrutó de diferentes iteraciones hasta el fin de su producción en 1997. Reencarnado en 2001, el T-Bird alzó el vuelo una última vez, en esta ocasión como un homenaje estilístico en formato cupé de dos plazas.